¿Os
suena ese “bulle-bulle”, ese “tole-tole”, que lentamente va
creciendo dentro nuestra y que acaba convirtiéndose en unas
irrefrenables ganas de aventura?… si, exacto, “el gusanillo”.
Pues
ese gusanillo me esta volviendo a picar, de una forma casi
imperceptible ha ido creciendo dentro de mí, alimentándose de los
pensamientos del día a día, hasta convertirse en un bicho voraz e
imparable.

Me
han entrado unas ganas imparables de algo que voy a llamar “la ruta
del estaño y del bacalao”… en honor a los fenicios, romanos y a
todos aquellos navegantes de antaño que visitaron las Islas
Británicas, las Islas Orcadas, las Islas Shetland y las Islas Feroe
comerciando y trabajando (pescando) esos productos.
Y
alguno pensará… “este tío esta como una regadera”, bien, es
posible que así sea, pero ese gusanillo ha crecido demasiado dentro
de mi como para poder quitármelo de la cabeza.

Como
navegante del Mediterráneo me llama poderosamente la atención la
“costera” atlántica, con sus durezas y sus suavidades, con su
forma distinta de mar, tan distinta a mi "amada" P.O.Co.M. (ya sabéis,
la P..a Ola Corta del Mediterráneo), me atrae la idea de subir “la
cara” de la Península… “cabalgar” su frente, remontar la
Galia hasta Normandía, cruzar hasta la “pérfida Albión”… y
seguir subiendo hasta alcanzar aquellas islas donde los bacaladeros
se “ganaban el sustento”…

Conozco
el Atlántico “a favor” de los alisios, ahora me pica conocer lo
que hay allá al Norte, donde los vikingos buscaban la mítica Asgard
usando la mágica “piedra del sol”… ir a buscar el kraken y
dejar que las valkirias me guíen hasta las islas donde los
Inmortales celebran sus banquetes sin fin… más allá de donde se
acaba el mar y el mundo se cae por sus bordes… (¡Pero quien me
habrá mandado a mi leer tanta mitología…!).
Y a
la vuelta… buscar los verdes valles de Eire… toparme con la isla
fantasma de San Barandán, buscar tréboles de cuatro hojas rodeado
de traviesos duendes, que vestidos de verde y con su pelirroja barba
y pelo, tocan arpas y flautas… escuchar entre la bruma del amanecer
las bocinas protectoras del faro de la traicionera roca de Fastnet…
y volver tranquila y pausadamente, regodeándome en el Solent…
Esa
es el viaje, la aventura que comienza. No se cuando, aunque anhelo pronto, pero se que ahora toca planificar como
los antiguos navegantes… midiendo las singladuras, buscando las recaladas, consultando guias y derroteros, cartas de pilotos para ajustar el tiempo al Tiempo... advirtiendo los
posibles cambios de planes, que la mar es mutante en sus estados de
animo… y como decía el viejo retruécano “El hombre propone,
Dios dispone, la mar y la mujer… descomponen”... sin prisas, sin pausas.