Localización: 36º50'00 N / 11º57'00 E
Esa isla donde África se hace Europa, o donde Europa se hace África, esa isla en mitad de ninguna parte, esa isla donde se depositan los sueños de pisar Europa, donde afloran los miedos de pisarla y la incertidumbre de si alguna vez será pisada, esa isla que los antiguos llamaron La isla del viento... esa isla es Pantallería (o Pantelaria, como prefiráis llamarla).
De ella dicen las guías (perdóname Ana, no es mi intención parecer el TripAdvisor):
La
isla constituye la parte emergente de un volcán,
y por eso se compone de rocas de origen volcánico. De la composición
del suelo llega uno de los nombres de Pantelaria, llamada Perla
negra del Mediterráneo.
Se la conoce también como La
isla del viento (o
en árabe, Bent
el Riah,
Hija del viento), porque los vientos soplan allí durante todo el
año, garantizando frescura durante el gran calor veraniego. También
se caracteriza por su particular paisaje: A los elementos naturales,
como calas, farallones, coladas de lava y flora mediterránea, se
unen con armonía las obras artificiales como son:
Muros
secos, cuya función es contener el terreno y delimitar las
propiedades utilizando las piedras existentes, además de proteger
los huertos de cítricos
del
interior.
Los dammusi, casas típicas de la isla, de forma cúbica y techos blancos con forma de cúpula que se apoya en unos arcos. Los jardines de origen árabe conteniendo unas construcciones cilíndricas, con muros de piedra volcánica, con la finalidad de sanear los terrenos del exceso de piedras.
La
isla se caracteriza también, como es de suponer, por su mar
paradisíaco con sus bellísimos fondos. Como no hay playas de arena,
sino sólo de rocas y grava, se utiliza un calzado adecuado para
evitar hacerse daño en los pies. Existen unas plataformas lisas que
permiten tenderse sobre ellas para relajarse o tomar el sol, por
ejemplo y entre otras, en zonas de Martingala, Balata dei Turchi, el
Faraglione y el Arco del Elefante.
Se
han desenterrado evidencias arqueológicas de asentamientos y
artefactos fechados hace 35.000 años. Por otro lado, en la Edad del
Bronce se puede constatar, a través de la aparición de objetos
provenientes de Micenas y Egipto, una red de comercio en torno a la
isla cuyo objetivo era la obtención de cobre y estaño para hacer
bronce.
Después
de un considerable intervalo, durante el cual la isla quedó
probablemente deshabitada, a principios del siglo VII a.C.
Los
fenicios la colonizaron mediante la fundación de Cossyra, sin duda
debido a su importancia como estación de paso hacia Sicília. El
yacimiento arqueológico de Cossyra se encuentra en las colinas
gemelas de San Marco y Santa Teresa, 2 km al sur del pueblo de
Pantelaria. El pueblo posee numerosos restos de muros construidos con
bloques rectangulares de albañilería, además de unas cuantas
cisternas.

En
el 700 d.C., la población cristiana fue aniquilada por los árabes ,
de quien la isla fue retomada por Rogélio II Rey de Sicília. En
1311 una flota de la Corona de Aragón, bajo el mando de Luis de
Requesens, obtuvo allí una considerable victoria, por la cual, tanto
el como sus descendientes, ostentaron el titulo de príncipes de
Pantelaria hasta 1553, cuando el pueblo fue saqueado por los turcos.

El Parque Natural de la Montaña Grande: Es el corazón verde de la isla, donde se pueden ver hasta 600 tipos de plantas. Es el único parque europeo donde anidan dos pájaros muy coloreados, la Cinciarella Algerina y el Beccamoschino.
Los barrios campesinos: Son 11 barrios que destacan por los grupos de dammusi, las habitaciones típicas y los jardines, particulares construcciones circulares de piedra que protegen los cítricos.

Otras zonas termales: En toda la isla se notan manifestaciones de vulcanismo secundario, con emisiones de vapor acuoso.
Por ejemplo, la famosa Favara Grande bajo la Montaña Grande, o la zona de Gadr, con pozos a cielo abierto y una temperatura de 50 grados.
Por ejemplo, la famosa Favara Grande bajo la Montaña Grande, o la zona de Gadr, con pozos a cielo abierto y una temperatura de 50 grados.
Las zonas con coladas de lava: Por ejemplo, la Mancha Mediterránea del Khagiar, una colada de 3 km, cubierta por una rica vegetación y donde se encuentran conejos y ejemplares de la famosa tortuga griega; o Balata dei Turchi, donde está ubicada una antigua cantera de obsidiana que descende hasta el mar.
El Arco del elefante: Seguramente el monumento natural más conocido de toda la isla, por su forma particular y su playa sugestiva.
La Llana de Ghirlanda: Se considera como el jardín de Pantelaria; es una llanura muy fértil rodeada de montañas que la abrigan de los vientos. Las murallas en seco protegen los cultivos con sus escalones. En esta zona se produce el famoso vino dulce de la isla, bebido en toda Italia.
Comidas típicas:
Existen unas especialidades muy conocidas, tales como los Ravioli Amari, un tipo de pasta relleno de requesón y hojas de menta.
El cous cous de pescado, siempre acompañado por unas verduras, que se sirve como plato único.
Las alcaparras de Pantelaria, que se utilizan en muchísimos platos como, por ejemplo, en las varias ensaladas, acompañados por el queso local Tumma.
El pescado, casi siempre cocinado a la parrilla.
Los dulces como los Mustazzola de tradición árabe (una simple esfolia rellena de sémola, miel, canela, naranja confitada y esperia) y los Raviolis rellenos de requesón, azúcar y canela.
Otra receta típica de Pantelaria puede ser el Pesto a la Pantesca crudo.
Todo ello sin olvidarnos de los vinos: El Passito y el Spumante, el Zibibbo, dulce y con un perfume característico y el Moscato, elaborado a partir de una variedad local de uva moscatel de Alejandría.
Esto es lo que dicen mas o menos las guías oficiales, pero para mi,
Pantallería es la mirada de esos inmigrantes ilegales que llegan en
pateras desde esa África tan cercana, esperando arribar al “jardín
del Edén” occidental, la mirada de miedo ante lo desconocido, la
mirada de una alegría que, pobrecitos míos, pronto se les hiela al
comprobar que en Europa no se atan los perros con longanizas...
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Para mi, Pantallería son los salmonetes de Montalbano, esos salmonetes de piedra, grandes y grasos; para mi, son esos isleños tan huraños en un primer momento (si os quejáis de lo cerrados que pueden ser los menorquines... es que no habéis estado en Pantallería) pero que a la primera oportunidad se enzarzan contigo en una interminable conversación sobre lo divino y lo humano; para mi, Pantallería son las calas rocosas donde te da autentico pánico echar el fondeo, vayamos a que se enroque y no es cuestión de perder un ancla ¡con los precios que tienen los “suministros náuticos”; para mi, Pantallería, es en resumen un pequeño y secreto paraíso cercano, donde llegué como por casualidad en un día de otoño, tras haber zarpado de Licata (donde llegué huyendo, a mi pesar, de los olores de Porto Empedocle) y "dando largas" antes de meterme en Lampedusa y Malta.
A Pantellaria llegué buscando este "albergo", que tantas veces aparece en las historias de Camilleri, donde Montalbano se escapa con su "eterna novia" Livia (extraña relación de amor-sexo-soledad la de ambos), esperando que el "pantuflas" del agente Catare' "no le rompa los huevos" (sic).
Ahí encontré esos salmonetes; encontré también un barbero de los de antes, que entre tijerezato y tijeretazo, me hizo una radiografía completa, que trás pelarme, me invitó a un "un mosto di vino dolce che fa mio padre", lo cual tengo que reconocer, que escuchado en siciliano-pantellariano no sabes bien si te estan dando las gracias o amenazandote con "una oferta que no podrás rechazar". Una isla en la que no pensaba haber perdido más de tres días y en la que acabé quedandome dos semanas... disfrutando del "dolce far niente".
También encontré una isla como las que a mi me gustan, donde gracias a Dios todavía no ha llegado ni el turismo chancletero ni las empresas de charter nautico. Para mi, Pantallería es esa isla donde quizás algún día exista "la Taverna degli spagnoli", donde sentados en una terraza frente al mar, podamos disfrutar de unos rones añejos, horas y horas de conversación y buena comida...; para mi, Pantallería es uno de “mis candidatos” definitivos para el día que decida desaparecer de este mundanal ruido que nos rodea.
Y ahora os dejo, que tengo una pizza que cocinar...
A Pantellaria llegué buscando este "albergo", que tantas veces aparece en las historias de Camilleri, donde Montalbano se escapa con su "eterna novia" Livia (extraña relación de amor-sexo-soledad la de ambos), esperando que el "pantuflas" del agente Catare' "no le rompa los huevos" (sic).
Ahí encontré esos salmonetes; encontré también un barbero de los de antes, que entre tijerezato y tijeretazo, me hizo una radiografía completa, que trás pelarme, me invitó a un "un mosto di vino dolce che fa mio padre", lo cual tengo que reconocer, que escuchado en siciliano-pantellariano no sabes bien si te estan dando las gracias o amenazandote con "una oferta que no podrás rechazar". Una isla en la que no pensaba haber perdido más de tres días y en la que acabé quedandome dos semanas... disfrutando del "dolce far niente".
También encontré una isla como las que a mi me gustan, donde gracias a Dios todavía no ha llegado ni el turismo chancletero ni las empresas de charter nautico. Para mi, Pantallería es esa isla donde quizás algún día exista "la Taverna degli spagnoli", donde sentados en una terraza frente al mar, podamos disfrutar de unos rones añejos, horas y horas de conversación y buena comida...; para mi, Pantallería es uno de “mis candidatos” definitivos para el día que decida desaparecer de este mundanal ruido que nos rodea.
Y ahora os dejo, que tengo una pizza que cocinar...