lunes, 21 de noviembre de 2016

"Manolo, cómeme el ...."

Andaba yo hoy haciendo mi tradicional ronda vespertina por el "Caralibro" cuando me encuentro que el bueno de Carmelo postea una noticia, en relación a una "performance artístico-musical" (valga la redundancia) que parece ser ha sido subvencionada con dineritos públicos.

La cosa no es baladí, pues dura una hora (debe de ser eso de "una horita corta") y pico, y en la cual, la ejecutora (¿podríamos tildarla de "perpetradora"?) de dicha obra "maestra" pide una y otra vez, a un tal Manolo, que este le coma el potorro, todo ello aderezado con una banda sonora de marimba, y acompañado de unos sinuosos movimientos que mas delatan unos escozores que definitivamente no llaman a tal acto amatorio, sino a acompañar a la interprete a uno de aquellos doctores que se anunciaban con la frase "tratamiento de enfermedades venéreas y otra vergonzantes".

Libreme Dios, de entrar en la polémica acerca de las veleidades políticas de dicha "artista" o pareja de "artistas", pues considero a la tocadora del instrumento de percusión tan "artista" como a la vocalista que actúa en tan culto evento. 

Si sois capaces de aguantar, aquí os dejo el documento gráfico correspondiente:


Que no digo yo que no tenga su gracia y su arte aguantar una hora en bolas sobre un escenario, requiriendo encarecidamente al tal Manolo que practique la referida arte amatoria.

Y esto me lleva a la casualidad de una conversación habida anoche con Doña Emilia, para los amigos mi señoramadre, en la que haciendo refresco de su memoria (90 añitos que tiene bien cumplidos la jovena), acabó recitándome, así de corrido, un viejo romance humorístico que ella había aprendido de pequeña (dice que con 10 u 11 años); el cual, a continuación os dejo para vuestro disfrute:

EL CONDE SISEBUTO

A cuatro leguas de Pinto
y a treinta de Marmolejo,
existe un castillo viejo
que edificó Chindasvinto.

Perteneció a un gran señor
algo feudal y algo bruto;
se llamaba Sisebuto,
y su esposa, Leonor,

y Cunegunda, su hermana,
y su madre, Berenguela,
y una prima de su abuela
atendía por Mariana.

Y su cuñado, Vitelio,
y Cleopatra, su tía,
y su nieta, Rosalía,
y el hijo mayor, Rogelio.

Era una noche de invierno,
noche cruda y tenebrosa,
noche sombría, espantosa,
noche atroz, noche de infierno,

noche fría, noche helada,
noche triste, noche oscura,
noche llena de amargura,
noche infausta, noche airada.

En un gótico salón
dormitaba Sisebuto,
y un lebrel seco y enjuto
roncaba en el portalón.

Con quejido lastimero
el viento fuera silbaba,
e imponente se escuchaba
el ruido del aguacero.

Cabalgando en un corcel
de color verde botella,
raudo como una centella
llega al castillo un doncel.

Empapada trae la ropa
por efecto de las aguas,
¡como no lleva paraguas
viene el pobre hecho una sopa!

Salta el foso, llega al muro,
la poterna está cerrada.
-¡Me ha dado mico mi amada!
-exclama-. ¡Vaya un apuro!

De pronto, algo que resbala
siente sobre su cabeza,
extiende el brazo, y tropieza
¡con la cuerda de una escala!

-¡Ah!... -dice con fiero acento.
-¡Ah!.. -vuelve a decir gozoso.
-¡Ah!.. -repite venturoso.
-¡Ah!.. -otra vez, y así, hasta ciento.

Trepa que trepa que trepa,
sube que sube que sube,
en brazos cae de un querube,
la hija del conde, la Pepa.

En lujoso camarín
introduce a su adorado,
y al notar que está mojado
le seca bien con serrín.

-Lisardo ... mi bien, mi anhelo,
único ser que yo adoro,
el de los cabellos de oro,
el de la nariz de cielo,

¿qué sientes, di, dueño mío?,
¿no sientes nada a mi lado?,
¿que sientes, Lisardo amado?
Y él responde: -Siento frío.

-¿Frío has dicho? Eso me espanta.
¿Frío has dicho? eso me inquieta.
No llevarás camiseta
¿verdad?... pues toma esa manta.

-Ahora hablemos del cariño
que nuestras almas disloca.
Yo te amo como una loca.
-Yo te adoro como un niño.

-Mi pasión raya en locura,
si no me quieres, me mato
-La mía es un arrebato,
si me olvidas, me hago cura.

-¿Cura tú? ¡Por Dios bendito!
No repitas esas frases,
¡en jamás de los jamases!
¡Pues estaría bonito!

Hija soy de Sisebuto
desde mi más tierna infancia,
y aunque es mucha mi arrogancia,
y aunque es un padre muy bruto,

y aunque temo sus furores,
y aunque sé a lo que me expongo,
huyamos... ¡vamos al Congo!
a ocultar nuestros amores.

-Bien dicho, bien has hablado,
huyamos aunque se enojen,
y si algún día nos cogen,
¡qué nos quiten lo bailado!

En esto, un ronco ladrido
retumba potente y fiero.
-¿Oyes? -dice el caballero-,
es el perro que me ha olido.

Se abre una puerta excusada
y, cual terrible huracán,
entra un hombre..., luego un can...
luego nadie..., luego nada...

-¡Hija infame! -ruge el conde.
¿Qué haces con este señor?
¿Dónde has dejado mi honor?
¿Dónde? ¿Dónde? ¿Dónde? ¿Dónde?

Y tú, cobarde villano,
antipático, repara
cómo señalo tu cara
con los dedos de mi mano.

Después, sacando un puñal,
de un solo golpe certero
le enterró el cortante acero
junto a la espina dorsal.

El joven, naturalmente,
se murió como un conejo.
Ella frunció el entrecejo
y enloqueció de repente.

También quedó el conde loco
de resultas del espanto,
y el perro... no llegó a tanto,
pero le faltó muy poco.

Desde aquel día de horror
nada se volvió a saber
del conde, de su mujer,
la llamada Leonor,

de Cunegunda su hermana,
de su madre Berenguela,
de la prima de su abuela
que atendía por Mariana,

de su cuñado Vitelio,
de Cleopatra su tía,
de su nieta Rosalía
ni de su chico Rogelio.

Y aquí acaba la leyenda
verídica, interesante,
romántica, fulminante,
estremecedora, horrenda,

que de aquel castillo viejo
entenebrece el recinto,
a cuatro leguas de Pinto
y a treinta de Marmolejo.


Cuyo autor (Jorge Abatí Diaz) lo compuso a la par que Muñoz Seca garabateaba "La Venganza de Don Mendo". Magíno yo, que ambos dos debían conocerse y compartir bastantes pareceres (curiosamente "fueron" fallecidos parejamente).

Bien, a lo que íbamos... o a lo que vamos, evidentemente existe una gran diferencia entre los autores de ambas obras (la de Manolo y la de Sisebuto, me refiero), a aquel, no lo subvencionaron, a esta, parece que si...  pero, y aqui viene mi pensamiento ¿cual de los dos es cultura?, pero cultura de la de verdad, no la de ARCO...

¿Será que me estoy haciendo mayor -por no decir viejo-?... ¿hasta donde vamos a llegar con nuestro "vacío"?... en fin... que ya no se ni que pensar...